SALUD
Y ENFERMEDAD: PROBLEMAS CONCEPTUALES
A primera vista no parece difícil definir salud
y enfermedad, pus son términos que usamos cotidianamente y tienen un fuerte
sentido común. Por lo general, se le da una apreciación subjetiva de bienestar
al término de salud. Por el contrario, asociamos la enfermedad con una
sensación de malestar, en condiciones que nuestra experiencia habitual indica
que no debería presentarse (mayormente se relaciona el origen del malestar con
dolor, angustia o incapacidad funcional). Por sentido común, se busca atención
médica cuando se genera esa sensación de malestar.
Sin embargo, en este tan superficial concepto
de salud encontramos problemas para poder considerarlo como correcto. Estos serían,
la temporalidad del fenómeno, la magnitud de la sensación de malestar, entre
otros.
Para que podamos hablar de una alteración
necesitamos disponer de un criterio de lo que es normal, sin embargo, no es
cosa sencilla pues hay discusión entre qué es lo normal, lo patológico y su
delimitación de cada uno de estos términos, los cuales dependen del contexto en
que se trate.
Alteración
manifiesta de la funcionalidad biológica o social del individuo.
Este criterio aparece como elemento clave en
todas las definiciones de enfermedad. Sin embargo, como definimos “alteración
manifiesta”, “funcionalidad biológica” o “funcionalidad social”. La
funcionalidad en todo caso dependerá de ciertos valores que la sociedad imponga
como necesarios, valores variantes que no van a ser iguales en diferentes
sociedades ni en distintos momentos históricos. Este criterio integra un valor
social que será muy variable, lo que no niega la existencia de la
funcionalidad, sino que en otros tiempos o en otras sociedades, lo que aquí y
ahora se considera estético era disfuncional, y algo que es disfuncional
manifieste una cualidad positiva.
Capacidad
para poder clasificar la enfermedad en una categoría nosológica determinada.
Diagnosticar la enfermedad implica poder agrupar
las manifestaciones subjetivas y objetivas del padecimiento en un lugar
específico de un sistema taxonómico. Actualmente, la lista más aceptada es la
Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS, la cual está sometida a
revisiones periódicas para adecuarla a los avances científicos y a los nuevos
criterios sobre las enfermedades. Sin embargo, la clasificación de enfermedades
enfrenta dos problemas principales. Primero, para muchas personas que se
sienten mal, ya sea física o psíquicamente, no es posible clasificar su
padecimiento en una determinada categoría, o sea realizar un diagnóstico. Por
lo general, el médico se limita a actuar sobre los síntomas presentados, por lo
que si no puede clasificar a un paciente como enfermo, no lo considera como
tal.
El otro problema es más complejo y
trascendente. Cuando se hace una clasificación está implícita la idea de que
existe una especie, así que debemos de empezar por definir la “especie”, o sea
una entidad nosológica o enfermedad específica, en el sistema clasificatorio de
enfermedades. Se requiere además de describirla, diferenciarla muy claramente
de otras. Esto resulta problemático, pues la mayoría de las enfermedades no
siguen el esquema simple de una causa-efecto, es decir, un esquema unicausal. Quizá
sea más prudente buscar nuevas y diferentes formas de clasificar las
enfermedades.
El énfasis en el conocimiento de la enfermedad
puede producir distorsiones tanto en el saber como en la práctica médica, ya
que podría llevar a considerar al ser humano como un simple portador necesario
de la enfermedad.
UN
RETORNO A LA SALUD.
Una definición que ha logrado alto grado de
aceptación es la ofrecida por la OMS/UNICEF en la reunión de Alma-Ata (URSS) en
1978. Ahí dice que la salud es:
“… el estado de completo bienestar físico,
mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades; es un
derecho fundamental, y el logro del grado más alto posible de salud es un
objetivo social importantísimo en todo el mundo…”
Actualmente es una definición muy usada, sin
embargo tiene limitaciones importantes para ser aplicada de forma científica.
En primer lugar, no se da a la salud una categoría de fenómeno social e
histórico; en segundo lugar, la cuantificación de la salud, expresada en
términos, es difícil, lo que provoca que los trabajadores de la salud utilicen esta
definición declarativamente, pero vuelvan a la anterior tan pronto se realice
un esfuerzo cuantitativo, ya que la enfermedad, a pesar de los problemas
indicados, es más fácilmente medible que el bienestar. Entonces, seguimos
midiendo el daño, la incapacidad y la muerte.
No podemos establecer estados inamovibles o
situaciones ahistóricas (es decir, que nieguen su realidad de procesos), puesto
que el hombre es una ser dinámico, en cualquier dimensión que lo analicemos. Esto
conlleva a considerar a la salud-enfermedad como un proceso dentro del cual se
da una interacción continua de elementos contradictorios, cuya resultante es el
ser humano concreto, real, histórico.
No existen estados absolutos de salud o
enfermedad sino procesos dinámicos, complejos, en los cuales los factores
biológicos de daño y recuperación quedan insertados en la vida social, que es
donde se comprende, determina y actúa sobre el proceso, de acuerdo con las
leyes propias de todo fenómeno social. Sin embargo, todo parece indicar que la
sociedad identifica como causas fundamentales de enfermedad aquellas que tienen
menor relación posible con la estructura social.
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